Clara Aguayo: trascender la moda desde el concepto

Una diseñadora de modas, el desafío de exponer su colección en una galería cultural de Londres y la oportunidad de demostrar que los millennials también pueden escribir la historia. Clara Aguayo es fundadora de Estudio Null, su primera grifa de ropa, que  el año pasado inauguró su primer local comercial en Sinergia Design. En 2016, resultó ganadora de la décima edición del concurso Lúmina, y recientemente, fue elegida dentro entre los 16 finalistas que representarán a su país en un programa impulsado por el instituto cultural Sommerset House y el London College. La propuesta invita a crear una instalación para exhibir 15 prendas con el apoyo de mentorías presenciales y cursos online. ¿La contraparte? Crear un concepto creativo que conjugue moda y arte, y un aspecto no menor, autofinanciar la exposición que tiene un costo superior a las 12 mil libras.

¿Cómo llegaste a vivir esta experiencia?

En febrero de este año me presenté a un llamado abierto que hizo el British Council en partner con Pablo Giménez. Pasé por cuatro etapas de selección, y finalmente en abril quedé dentro de los 16 finalistas junto a colegas de Ruanda, Kenya, Sudáfrica, India, Vietnam, Bangladesh, Colombia, Brasil y Lituania, entre otros destinos. El requisito para presentarse era ser diseñador de moda y tener experiencia profesional con tu propia marca, preferentemente.

¿Qué perfil tendrá la exposición?

La idea del Sommerset House y el London College es que conviva la propuesta artística de alto valor con la salida comercial. El Sommerset es una galería de arte que además tiene una incubadora de artistas, por lo que apuestan a que cada uno de nosotros utilicemos esta experiencia para hacer el lanzamiento de nuestras marcas. En ese contexto será la exposición que también va a formar parte del circuito de la London Fashion Week.

¿En qué etapa estás ahora?

Estoy haciendo un curso a distancia con el London College y el dedline para presentar lo trabajado es en febrero, sobre todo en cuanto a la instalación. Viajé en julio/agosto para tomar unas clases presenciales durante una semana, y luego otra de búsqueda creativa en el Sommerset. Algo así como una residencia artística.

¿Mantenés tu mismo estilo o te inclinás hacia algo más conceptual?

Ahora estoy haciendo cosas diferentes con muchas más texturas, me estoy corriendo un poco del eje aunque manteniendo mi esencia. Para este proyecto, quiero generar un impacto más de galería, jugar con las telas y las estampas.  A su vez,  estoy trabajando con siluetas de vestimenta tradicional, deconstruyendo la ropa del gaucho paisano para pararme desde ese lugar uruguayo pero con la contradicción millennial. Sería algo así como cuáll es la traducción de un millennial de la vestimenta típica uruguaya.

¿Y cómo estás definiendo y consiguiendo esos materiales?

Hace poco fui a Buenos Aires para ver si puedo trabajar con proveedores de allá porque la idea es hacer intervenciones. Estoy en charlas con una empresa argentina de tratamientos y terminaciones textiles que es tipo un laboratorio que me permitiría hacer este trabajo con las telas, dándoles un valor que quizás por sí mismas no tengan. Hacerle un tratamiento a una pieza que no es percibida con esa realidad, le da un valor agregado por el trabajo artesanal que hay detrás. Lograr esa impronta es sumamente importante, sobre todo porque en Londres se maneja otro sistema de venta que implica llevar muestras, exponerlas y que los compradores encarguen sin necesidad de producir en masa.

 

Puntualmente, ¿qué tenés que presentar en febrero?

Tengo que llevar una colección de 15 conjuntos, que estoy trabajando en la mentoría online. A su vez, tengo que producir la escenografía pero, por suerte, en eso estoy re adelantada. Quiero usar esta experiencia como una posible salida a una pasantía o a un trabajo de curaduría, no solo me gusta trabajar sobre la ropa sino alrededor de la ella. Por eso mi proyecto que es el más conceptual y hasta ahora el único aprobado para pasar a la etapa de producción. Los otros están más concentrados en la realización y ven esto como una salida comercial. Si bien me encantaría vender la producción, mi sueño es generar algo creativo. Este es el primer año que la exposición tendrá un aire bienal y nos re incentivan a la interacción con otras artes para lograr el alcance a un público más amplio que el de la London Fashion Week.

Contanos un poco de qué se trata tu instalación…

El concepto es representar los rincones ignorados de mi país para mostrar a Uruguay en sí mismo, que a su vez es un rincón olvidado del mundo. Hacer énfasis en esa belleza no pretenciosa y melancólica que lo caracteriza, todo percibido a través de la mirada de un millennial ansioso que, por un lado, quiere trascender su realidad pero al mismo tiempo lucha por el miedo al desarraigo y a sentirse presionado por tener que dejar su lugar para proyectarse hacia afuera. Ser uruguayo es como ser el hijo del medio, estar en esa zona de incomodidad anónima entre el primero y el tercer mundo. No podés quejarte de nada, y al mismo tiempo, estás construyendo todo desde menos diez, más aún si estás parado del lado del arte y la creatividad. Esas son como las tres partes de mi propuesta: mi país, la salud mental y mi generación. Entonces lo que hice fue presentar una temática vinculada a lo orgánico y lo marítimo. Me inspiré mucho en Valizas, un lugar que amo porque es la mezcla perfecta entre la belleza de la naturaleza y esa cosa opresiva de playas inhóspitas, grises, con mar revuelto… En vez de crear una instalación interactiva, el concepto que manejamos es el de algo susceptible para mostrar esa cosa errática de la salud mental, como pasar de estar tranquilo a disparar al pánico. La idea es darle al espectador la posibilidad de que afecte el espacio de manera que no pueda volver a ser el mismo. Estuvimos hablando de usar biometrics para que las personas puedan prestar su estado emocional y generar con eso toda una atmósfera con cambios en las luces y movimientos generados por ventiladores. A su vez, tengo la idea de cubrir el piso con mejillones para que la gente al entrar los pise y los quiebre dando la sensación de transformación del espacio.

 
¿Va a tener maniquíes para exhibir las prendas?

Sí, es un espacio de 5 x 6 metros y vamos a usar 5 maniquíes. La idea es colocar el resto de la colección en un showroom aparte, pero eso no es seguro porque no está contemplado dentro del programa.

¿En qué medida ese concepto de ansiedad, que llevado al extremo puede convertirse en una afección negativa, es propio de tu generación?

Creo que nuestra generación se ve dentro de un círculo en el que todo es ansiedad. Es propio de millennials que somos excesivamente conscientes del impacto de nuestras acciones en todo el mundo. Cargamos una responsabilidad enorme y somos conscientes de lo que generamos tanto a nivel positivo como negativo. En el diseño, está súper presente ese tema porque la industria de la moda te aarrincona en un lugar donde la salud mental puede llegar al límite.

¿Te parece que es viable trascender en la moda combatiendo ese tipo de cosas que van en contra de la política del cuidado y respeto de los tiempos, o crees que termina ganando el sistema una vez que estás adentro de la picadora de carne?

Creo que uno siempre tiene opción. De hecho, me da bronca cuando la gente dice que no tiene otra. Hay manera de combatirlo, por supuesto. Muchas veces el que te vende la cura, te genera la enfermedad. No les creo nada a esas marcas masivas que gastan millones de dólares en pagar pantallas led gigantes que gastan pila de energía, pero por otro lado te hablan de políticas de reciclaje.

¿Ese espíritu crítico lo ves como un denominador común generacional o crees surge desde un lado más puntual?

Ojalá fuera generacional, aunque hay más consciencia. Hoy, la sustentabilidad forma parte de la formación en moda, pero el tratamiento suele ser demasiado naif.

El punto es avanzar con una sustentabilidad bien entendida porque de repente, haciendo un paralelismo con la arquitectura, te piden que hagas un edificio en Dubai con parámetros sustentables…

La pregunta es, ¿y si no hacemos el edificio? A veces escucho que diseñadores dicen que van a cambiar el mundo de la moda, que apuestan a lo sustentable y tienen marcas que van en contra de todo.

¿Cuál es la alternativa?

Creo que hay pila de cosas que se pueden hacer. Yo si no estoy siendo creativa me muero, siento que no tengo valor. Algo a preguntarse con los diseñadores hoy en día es: ¿quiero tener una marca? ¿Hace falta otra marca en el mundo? ¿Qué tan necesario es lo que estamos haciendo? ¿Cuál es el rol nuestro dentro de la industria? Me parece que el secreto está en usar la creatividad para darle salidas alternativas a nuestra profesión. Somos la segunda industria más contaminante del mundo y eso tiene que pesar a la hora de decidir qué hacer. Millones de diseñadores nos recibimos alrededor del mundo y es un debate necesario.

¿Sentís que esa masa crítica está creciendo o aún le falta desarrollo?

Hay muchas contradicciones, hoy por hoy, lo único que tengo son preguntas. Hace pila que no me sorprendo de lo que veo, entro a Instagram y las cosas se ven son hermosas, pero perdí la capacidad de asombro. Obvio que hay cosas buenas, por ejemplo, el último desfile de Gareth Pugh me pareció increíble, era súper queer y con una esencia de club nocturno muy divertido. A mi Rick Owens siempre me sorprende bastante y Christopher Kane también, pero no deja de ser ropa.

¿Ese debate se lo plantean entre los finalistas, entendiéndolos como un micromundo de esta cuestión a nivel mundial?

Estamos abiertos a hablar de todo. Lo más increíble que me paso en este programa, es interactuar con esos diseñadores, porque aunque estamos en diferentes etapas somos muy solidarios con lo que nos pasa.

¿Cuáles son los puntos en común con este grupo formado por personas de latitudes tan distintas?

Me dio la sensación que todos tenemos ganas de hablar de nuestras realidades, desde nuestro  yo verdadero. En diseño, hay mucho personaje, mucho talentoso hostil, personas que piensan que el talento del otro pone en cuestionamiento su propio talento. Tenía pila de miedo y eso no pasó nunca. Mi marca preferida está ahí, el diseñador es finalista de Georgia y la marca se llama Situationist, que está en la Fashion Week de París hace 3 años.

¿Qué es lo que busca en el concurso el que tiene la marca hace varios años?

Creo que es estar en el ojo del mundo pero desde un lugar más contemporáneo. Los desfiles de la Fashion Week están buenísimos, pero esta es una posibilidad de tener experiencias. Hasta ahora no he visto algo que sea radicalmente diferente a lo que hacen en los desfiles tradicionales, si bien se puede innovar en locaciones y escenografías, la dinámica no deja de ser gente sentada mirando modelos pasar.

A nivel local, ¿identificás alguien con una veta distinta?

Acá está lleno de gente talentosa, lo que hace Margo Baridón me gusta. Creo que Uruguay está preparado para tener algo independiente de la Moweek. Sucede algo increíble y es que somos tres millones pero siempre aparece un uruguayo que se destaca en algo en alguna parte del mundo. También es una realidad que acá todo se hace cuesta arriba, no hay ningún medio de comunicación de moda gratuito, aunque está todo lo necesario para que se haga. No hay una red que nos sostenga y los buenos diseñadores se sienten solos.

¿Qué esperás de esta experiencia?

Lo que más me entusiasma es el Feedback que voy a recibir de la gente. Eso me apasiona. Este programa me puso en contacto con personas con las que yo quiero hablar. No tengo ambiciones de ganar, de hecho, ni siquiera sé exactamente cuál es el premio.

Sin embargo, el proyecto tiene un costo sustancial. ¿Qué tipo de apoyo buscás para financiarlo?

El costo para armar toda la instalación es de 15 mil dólares y con ese presupuesto me estoy manejando. Busco todo tipo de sponsors que me puedan apoyar y estoy muy positiva en que vamos a poder. En eso me siento muy optimista.

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Más allá de que Clara destaque las vivencias que pueda dejarle esta participación por sobre el premio mayor, lo cierto es que se encuentra entre un grupo reducido de finalistas seleccionados de todo el mundo con la chance de dejar a nuestro país en lo más alto de la moda internacional. Formar parte de esos elegidos ya es un valor muy significativo para la industria nacional y el reconocimiento debería ser intrínseco a nuestro deber como comunidad. Durante la entrevista, ella nos contó que otros participantes como el representante de Bangladesh, logró cubrir el presupuesto con ayuda estatal. Una política que pretende fomentar el surgimiento de profesionales de la moda para mantener y proteger la industria textil nacional. Algo digno de emular o al menos sirva como referencia en un contexto local de cierres masivos de industrias que otrora generaron divisas y valor de producción. Paradójicamente ahora que hay una efervescencia de diseñadores de moda, no tienen industrias que puedan servirles para insumos de sus creaciones.

La invitación no solo está destinada a brindar apoyo financiero, sino a formar parte de esta trascendencia joven que tan bien nos hace como sociedad. En palabras de Clara: “lo que me gustaría es que se hable de una oportunidad más que de una necesidad. Está genial lo que está pasando. Uruguay está emergiendo en todo sentido y el diseño nacional entró en la mirada del mundo. Es necesario fortalecernos en esas áreas, no es posible que solo importe la carne y el ganado en pie. Las empresas deben ver esto para renovar la cara de nuestro país ante el resto. Los invito a todos a formar parte de ello”.

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